LOS TEXTOS SOCIALES EN LA TERAPIA GRUPAL
Los
textos sociales en la terapia grupal.
Hable de los textos sociales en la teoría psicoanalítica.
En su escrito La cosa freudiana, o sentido del retorno a Freud en
psicoanálisis, Lacan compara el texto freudiano con “aquellos
mismos que la veneración humana ha revestido en otro tiempo de los más altos
atributos, por el hecho de que soportan la prueba de esa disciplina del
comentario”. El comentario de textos es una práctica que Lacan recomendó a sus
discípulos en términos de que su “virtud se descubre al servirse de ella según
la tradición, no sólo para volver a situar una palabra en el contexto de su
tiempo, sino para medir si la respuesta que aporta a las preguntas que plantea
ha sido o no rebasada por las respuestas que se encuentra en ellas a la
pregunta de lo actual”.
Por otra parte, “Leer a Freud” es el
título de una conferencia pronunciada por Oscar Masotta en Buenos Aires, en el
año 1969 (la conferencia leída en el Instituto Luchelli Bonadeo el 18 de abril
de 1969; el resumen de la misma, originalmente publicado en la Revista Argentina de Psicología en
septiembre del mismo año, se ha vuelto a publicar recientemente como parte del
libro Introducción a la lectura de Jacques Lacan).
Se trató de una intervención que fue fundante en el contexto local, y que
evocamos ahora, cuarenta y dos años después, en otro contexto, con sus propias
improntas y su historia singular, el del psicoanálisis en México. Lo hacemos
porque encontramos allí cierta resonancia y una indicación que nos resulta
sugerente. “Toda posible o probable lectura de Freud –señala Masotta–deberá
transitar el lecho de Procusto de la historia y del desarrollo del
psicoanálisis. La historia, dice, ha podido ver constituírse muy pronto dos
historias del psicoanálisis: una, abundantemente escrita, ha sido poco pensada;
la otra se encuentra escrita en el Establishment psicoanalítico (…). Esta
inscripción, de verdad, no es más que la del significante inconsciente, la
huella mnémica que si la memoria no olvidó fue porque nunca estuvo en la
conciencia: la represión de Freud”. ¿Tal reflexión no vale también, con matices
que habría que especificar, para la historia del psicoanálisis en México — que
lo reprimido es Freud? Si seguimos el método que se desprende del texto de
Masotta, leer a Freud es una apuesta y una práctica de la lectura.
Respecto de la situación del
psicoanálisis en México: se trataría de leer “atendiendo a las lagunas,
mirándolos (a nuestros propios textos) del revés, como esos tejidos del ejemplo
que sólo se entienden si se los observa del lado de atrás”. Consecuencia
necesaria de la pregunta arriba formulada, que nos permitiría calibrar dónde estamos
respecto de la verdad del descubrimiento freudiano. Porque “leer a Freud”
es la vía indispensable para poder acercarnos a la verdad de dicho
descubrimiento. Para acceder a esta verdad, escribe Masotta “no queda otro
camino que sumirse en las operaciones que un día Freud nos legó, y por una desconstrucción
del mito freudiano, abrirnos paso hacia la construcción de los hechos de la
teoría de Freud”. Asimismo, es el camino obligado para situarse respecto de la
enseñanza Lacan, quien hizo del retorno a Freud el principio rector de su
proyecto.
Describa la psicología de las masas y la terapia grupal.
Rama de la psicología orientada a la comprensión de la
conducta de las personas dentro de grandes grupos, multitudes y sociedades, y a
la relación de dicha conducta con la base biológica y el entorno cultural.
Según los expertos en la psicología de masas, la visión que
una persona tiene de su identidad depende de la capacidad para meditar sobre
sus propias acciones, así como de la capacidad para responder a las acciones de
los demás. Las teorías de la psicología de masas intentan explicar la
influencia que ejercen las acciones de grandes grupos sociales sobre la
identidad, el nivel social y el papel del individuo, reforzándolo o
subvirtiéndolo, y cómo esa influencia repercute a la hora de participar en
modas, tendencias, política, movimientos y religiones.
Evolución histórica
Desde la antigüedad han existido diversas teorías acerca del
modo que tienen las personas de relacionarse. Filósofos griegos como Platón y
Aristóteles expusieron teorías sobre la mejor manera de organizar las sociedades.
El estudio de la psicología de masas en tiempos modernos
comenzó en el siglo XX, antes de la I Guerra Mundial, con la obra del psicólogo
británico William McDougall y continuó en la década de 1940 con la del
psicólogo alemán Kurt Lewin. También influyeron las ideas del sociólogo y
filósofo Émile Durkheim y las teorías de los fundadores del psicoanálisis,
Sigmund Freud y Alfred Adler. Durkheim desarrolló el concepto de anomia, tipo
de alienación que se produce cuando un individuo no tiene la sensación de
pertenecer a una comunidad. Sostenía que ello era consecuencia y causa, al
mismo tiempo, de una ruptura del orden social, y que también reflejaba los
cambios en la división del trabajo, desde los papeles claramente definidos
dentro de las economías agrarias hasta la especialización de la mano de obra en
la sociedad industrial. Según Durkheim, se da la paradoja de que en los tiempos
modernos el individualismo se ha convertido en la base de la solidaridad
social. Freud y Adler estudiaron los orígenes inconscientes de la conducta
humana: Freud hizo hincapié en los deseos sexuales y Adler, en el deseo de
poder y dominación.
En la década de 1930, George Herbert Mead subrayó la
importancia de la aceptación social de la opinión que sobre sí misma tiene cada
persona. Este tema continúa siendo fundamental en la obra multifacética de
Michel Foucault, que examinó algunos aspectos del individualismo tales como la
represión de la fuerza creativa por parte de la sociedad, la sexualidad humana
y las nuevas formas de control social.
Conceptos fundamentales
La psicología de masas abarca principalmente tres áreas: la naturaleza social
de los individuos, sus interacciones con los demás y su representación del
mundo social. El objetivo de la psicología de masas es estudiar cómo preservan
los individuos el poder de elegir frente a las presiones externas de grupos
sociales o de la autoridad.
Al ser las personas en esencia seres sociales, su pensamiento
y acción se hallan influenciados por esquemas biológicos innatos y por
costumbres de tipo cultural, que se han transmitido de generación en
generación. Los orígenes de la conducta biocultural se han estudiado
observando otros primates, o recurriendo a la etología (ciencia del
comportamiento animal). El conductista Desmond Morris investigó los
códigos de señas entre las personas y el aparente origen animal de muchos
aspectos de la conducta y de las costumbres sociales.
La comprensión de las diferencias en la utilización,
desarrollo y adquisición tanto del lenguaje verbal como del no verbal ayuda a
explicar la incidencia que tienen ciertas actividades, como la
publicidad, sobre una masa de individuos, y las presiones sociales que
ejercen los grupos sobre el individuo para que se adapte a determinadas normas
y desee o acepte el liderazgo. También permite comprender el camino que conduce
a las sociedades a desembocar en la violencia, de lo cual es un ejemplo
relevante el ascenso del nacionalsocialismo en la Alemania de las décadas de
1920 y 1930.
La conducta de las masas
El psicólogo social Erich Fromm estudió cómo el sentimiento de separación genera una gran ansiedad. Se inicia en la infancia con la experiencia de la separación de la madre. La ansiedad de la separación puede canalizarse de diferentes modos: de un modo creativo, mediante un trabajo y unas relaciones productivas, o bien de un modo destructivo, mediante una regresión a rituales primitivos, violentos e incluso orgiásticos. Al identificarse con movimientos de masas, el individuo exterioriza sus problemas internos. La conformidad puede actuar como un consuelo y una reducción de la ansiedad; el individuo puede sentirse cómodo formando parte de una multitud. Fromm observó que esta tendencia se daba en el autoritarismo y en las dictaduras; los investigadores actuales la observan en el fenómeno de los aficionados (‘hinchas’) violentos al fútbol.
Hable del
análisis del yo, más allá del principio del placer.
“Más
allá del Principio del Placer” es la obra que Sigmund Freud escribe entre marzo
y mayo de 1919, y que es modificada en el invierno de 1920, año de su
publicación. Era el tiempo de la posguerra europea, ensombrecido por un gran
pesimismo y una importante crisis económica. Las muertes acaecidas con la
guerra habían dado como consecuencia, según Max Schur, que Freud
escribiera “Duelo y melancolía” en 1917 y “Lo ominoso” en 1919 (Freud,
1917[1915]/1985).
“Más
allá del principio de placer” está escrito con un estilo singular pues a
partir del cuarto capítulo Freud, desde su inmensa curiosidad científica,
plantea a nivel de premisas especulativas conceptos controversiales y
enigmáticos. Lanza a volar ciertas ideas con el único propósito de seguir su
derrotero, para ver a dónde llevan. De entrada, derriba el fundamento de la
fenomenología cuando advierte que “la conciencia no puede ser el carácter más
universal de los procesos anímicos, sino sólo una función particular de
ellos.” Sugiere conceptos atrevidos, complejos, utiliza fantasías cósmicas
para dar valor biológico a sus nueva teoría pulsional (las relaciones de la
Tierra con el Sol), y extrapola desde la embriología y la metabiología a lo
psíquico ( la barrera anti estímulo de los protozoos), y luego, en el mismo
texto, pone en duda sus propias conclusiones. Aparece un Freud al que no
habíamos estado acostumbrados, un Freud que se basa también en la genética
(como se le entendía al momento), en el Darwinismo, en la mitología, en fin, “Más
allá…” me parece un texto central (Esman, 2006).
Es
evidente que “Más allá del principio de placer” nos da muestra del
profundo intento de Freud por comprender varios asuntos aún irresueltos para
él, y nos invita a compartir su intimidad. Así, van apareciendo en el texto
varios protagonistas: el juego “Fort-Da” de su nieto Ernst
ejemplificando la compulsión de repetición; las grandes dificultades con las
que Freud se topa en la clínica psicoanalítica; los adeudos amorosos con
Wilhelm Fliess; las concesiones a filósofos como Schopenhauer, y sus perennes
cuestionamientos ante la muerte y la destructividad, entre otros temas
más. Cada una de estas articulaciones sin duda merece un estudio
independiente, y en conjunto un análisis histórico crítico que pudiera dar
cuenta de las circunstancias de la vida de Freud, del Zeitgeist, de
los antecedentes conceptuales y de las influencias posteriores de “Más allá
del principio de placer.” Este trabajo, el que ahora presento, sólo
puede endulzar, de forma que el lector nunca deje de apostar a la
gran obra freudiana de 1920. Yo apuesto mi “resto.”
El
malestar en la cultura.
En “El Malestar en la Cultura” Sigmund Freud se pregunta
sobre la infelicidad del hombre que vive en sociedad. Encuentra tres fuentes de
sufrimiento: la naturaleza hiperpotente que lo somete, el cuerpo propio como
fuente de sufrimiento y las relaciones mantenidas con los otros (sociales,
amorosas).
Las salidas que halle el sujeto para moderar este sufrimiento
dependen de las maniobras que consiga hacer con sus pulsiones, a las que debe
renunciar en mayor o menor medida (represión, sublimación, delirio).
El ser humano al insertarse en la cultura, se topa con otros
sujetos dentro de un entramado donde se juegan modos de representaciones
sociales, institucionales y subjetivas que irán delimitando cómo y por dónde se
puede ubicar en lo social y hasta en los espacios más íntimos como es en la
escena familiar.
Tolero y tabú
con el fenómeno cultural de la terapia de grupal.
Desde hace años, y cada vez
más, las autoridades sanitarias solicitan a los psicoterapeutas
documentación relacionada con la efectividad de los tratamientos que realizan.
Obtener y analizar datos basados en la “evidencia” empírica está comenzando a
formar parte de nuestra práctica profesional y debemos procurar hacerle un
hueco. Además, debe existir un compromiso ético y profesional con los usuarios,
que, a través de la investigación, permita mostrar la efectividad y los
determinantes terapéuticos que más los benefician.
Esta razonable demanda es vivida por algunos psicoterapeutas e
instituciones sanitarias con cierta pesadez y suspicacia. La respuesta inicial
es la resistencia, sin la búsqueda de diálogo. Tras largos años invertidos en
formaciones muy costosas, idealizaciones no resueltas y ambigüedades tanto
conceptuales como técnicas, ahora muchos se ven interpelados a través de la
mirada, a veces reduccionista, de la metodología basada en la evidencia.
Salvados estos y otros obstáculos, algunos se desaniman al no poseer formación
en la evaluación sistemática de sus tratamientos.
En ocasiones, la investigación en psicoterapia hace aflorar
inconsistencias teórico-prácticas pasadas por alto en la solitaria experiencia
clínica de los consultorios. Esto nos permite reflexionar, ser más rigurosos y
desarrollar una mayor claridad en nuestros constructos teóricos y en la técnica
que empleamos. Es por ello que el investigar y evaluar no debe ser tomado como
un imperativo farragoso ni un cuestiona- miento directo a nuestra tarea, sino
como una oportunidad para seguir progresando.
La psicoterapia de grupo no puede quedarse atrás. Aproximadamente,
menos de un tercio de las publicaciones en psicoterapia de grupo poseen cierto
fundamento empírico, ya sea cuantitativo o cualitativo. De estas, son pocas las
que presentan una validez metodológica aceptable (escalas validadas
psicométricamente y que sean comprensibles, tamaños muestrales significativos,
homogeneidad en la composición muestral y en la técnica utilizada…). Aun así,
van viéndose avances hacia la rigurosidad que el horizonte nos marca.
Las líneas de investigación actuales han dejado de estar tan
preocupadas por qué terapias funcionan mejor y los resultados obtenidos para
fijarse más en cómo y qué elementos median en la mejoría de los pacientes
(1,2). Este trabajo pretende aportar más luz sobre este propósito y dar un paso
más en el desarrollo de la investigación grupal.
La institución
y el trabajo en equipo.
El trabajo en equipo supone que cada miembro aportará
su experiencia individual, sus competencias y habilidades sociales y
comunicativas. De esta forma, se consigue, junto con el esfuerzo de los demás y
mediante el consenso, el objetivo común.
De esta forma, el trabajo grupal implica la sinergia
entre los miembros del equipo y no solo la suma de sus esfuerzos individuales.
Esto requerirá de cada uno de ellos una serie de habilidades comunicativas para
saber escuchar y comprender el punto de vista de sus compañeros. Durante el
trabajo grupal cada miembro debe valorar las capacidades de sus compañeros
(encultured knowledge) y desarrollar entre ellos una relación de confianza y
empatía que les permita debatir las discrepancias que surjan en el camino a alcanzar
los objetivos. Con lo cual, se puede apreciar que es importante trabajar la
educación emocional.
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